Como sanar las 5 heridas emocionales de nuestra infancia

Share on facebook
Share on linkedin
Share on twitter
Share on whatsapp
Share on email

Todos tenemos heridas emocionales. Éstas se forman en nuestra primera infancia, dependiendo de las dinámicas relacionales que tenemos con nuestros cuidadores principales. A lo largo de la vida, vamos reproduciendo, una y otra vez, situaciones que nos acercan a esta herida.

Es la necesidad inconsciente de repetir el patrón. Esto cumple un propósito salvador, para nosotros como seres humanos. La repetición de conductas está relacionada con la supervivencia. Hacemos lo conocido, lo familiar. Utilizamos, precisamente, los mecanismos de defensa que creamos cuando éramos niños y que nos permitieron enfrentar, de la mejor manera que pudimos, las experiencias tempranas que pudieron ocasionarnos dolor.

Indiscutiblemente, cada uno de nosotros ha tenido sus propias experiencias, ha estado inmerso en un sistema familiar único, dentro de unas normas sociales y culturales específicas. Por ende, cada uno de nosotros tiene su manera particular de gestionar las situaciones que la vida le presenta. Sería simplista etiquetar y ceñir a una caja y pretender que todos hayamos vivido lo mismo. Sin embargo, hay 5 heridas emocionales que todos, como seres humanos compartimos.

Con cada herida, llega, además, un mecanismo de defensa que creamos para poder gestionarlo. Parece contraproducente que, al querer evitar a toda costa que nuestro miedo se haga realidad, lo que hacemos, en realidad, es perpetuarlo. Y, así, vamos creando situaciones repetitivas en donde revivimos nuestra herida, hasta que podemos comprenderlo y trascenderlo.

Las 5 heridas viven dentro de cada uno de nosotros. Dependiendo de cada caso, puede haber una más fuerte que otra. O, quizás, puede haber dos que tengan igual de importancia. Lo importante, es poder tener un entendimiento más amplio que nos lleve a conocernos mejor. A saber que lo que vivimos de niños nos sigue afectando hoy en día y que, ser conscientes de estos es el primer gran paso para sanar.

1 . Miedo al abandono

Esta herida está relacionada con niños que sintieron profunda soledad. Se crea, por lo general, entre los 0 y 3 años de edad. Quizás uno de los padres no estaba presente, o, incluso cuando físicamente lo estaba, había una gran barrera emocional, que no permitía que el niño sintiera su presencia a plenitud. Suele ocurrir predominantemente con el padre del sexo opuesto. Su máscara o mecanismo de defensa es la dependencia. Esto hace que dependan afectivamente de sus parejas y de su círculo más cercano. Siente que realmente no puede valerse por sí mismo.

2. Miedo al rechazo

Se genera desde el momento de la concepción, hasta el primer año de edad. Se vive, principalmente, con el padre del mismo sexo. El sentimiento es de no aceptación, de sentir que no es acogido plenamente por su cuidador. Esto puede ocurrir por muchas cosas, por ejemplo, cuando la madre acaba de dar a luz y está muy adolorida y no puede cargar al bebé, o en el caso de una depresión por parte del progenitor. La máscara es la huida. Las personas con esta herida, puede aislarse, o cuando son rechazados en la vida adulta, hacen un corte definitivo o desaparecen.

3. Miedo a la traición

Se origina entre los 2 y los 4 años. El niño siente que su cuidador lo ha decepcionado. Que no puede confiar en él, que no ha cumplido con las expectativas. La máscara o mecanismo de defensa, es el control. Las personas con esta herida, sienten una gran necesidad de controlar todo a su alrededor. Le cuesta mucho confiar en los otros. Intenta imponer su punto de vista y no tolera las mentiras por parte de los demás.

4. Miedo a la humillación

Se genera entre el primer y tercer año de vida. Ha tenido una experiencia de frustración con relación al placer. La imposibilidad de disfrutar plenamente. Su máscara es el masoquismo. Antepone las necesidades de los demás, antes de las suyas propias. Actitud servicial en exceso. Tiene pánico al disfrute porque teme desbordarse.

5. Miedo a la injusticia

Se da entre los 4 y 6 años de edad. Ha sentido que el desarrollo de su individualidad ha sido totalmente coartado. Ha vivido frialdad e insensibilidad por parte de su cuidador. Por lo genera, el padre del mismo sexo. Su máscara es la rigidez. Necesita vivir en un mundo perfecto, en donde, no hay cabida para lo doloroso. Bloquea su sensibilidad. Es muy exigente consigo mismo.

Mi herida emocional

Mi herida emocional es, sin duda, el miedo al rechazo. Ese miedo me ha llevado, durante mucho tiempo, a estar más volcada en el otro, a no comprometerme totalmente, a no mostrarme. Cuando pude comprender, realmente, qué era lo que me ocurría, descubrí una herramienta poderosa. Me sentí libre de saber qué era lo que me pasaba, qué mecanismos de defensa se activaban y por qué. Todavía hoy, cuando me doy cuenta que surge ese miedo al rechazo, me miro con compasión y me digo a mí misma que estoy a salvo, que me acompaño, que me veo.

La mejor terapia para sanar nuestra herida emocional

El primer paso para sanar, es ver. Si te sentiste identificado con algunas de las heridas que aquí te he mencionado, sigue tirando por ahí. Ahonda un poco más. Identifica en qué momento surgió. Qué ocurrió para que tu niño o niña interior sintiera ese miedo.

No hay una forma única para sanar nuestras heridas emocionales. Ellas, permanecen con nosotros a lo largo de nuestras vidas. Sin embargo, comprenderlas, nos transforma. Acceder a un proceso terapéutico, con un profesional que pueda ayudarnos a identificar cuales son los patrones que estamos repitiendo y por qué es, sin duda, sanador. En últimas, trabajar nuestra autoestima y fortalecer nuestro amor propio es lo que nos recuerda que lo que hemos vivido, no nos define y que tenemos dentro de cada uno de nosotros el poder de elegir cómo queremos vivir.

Si puedes identificar cuál es tu herida predominante y el mecanismo que utilizas, puedes transformar tu vida por completo y liberarte de la necesidad de reproducir experiencias que ya no cumplen un propósito de amor en tu vida. Empiezas a entender que cada experiencia que has vivido a tenido una razón de ser y que ya no necesitas seguir actuando de la misma manera.

Así, poco a poco, vas pelando más capas y te vas acercando, cada vez más, a conectar con tu esencia pura. Ese esencia que es luz, que es amor y que está completa.