¿Cómo superar la fobia o ansiedad social?
- por Valentina Carbajal
- 29/01/2020

Pasaron cuatro años, los que duraba el total de la carrera, y yo seguía sin poder presentarme a un examen. Me reuní con el coordinador, no por decisión propia. Miró impresionado mi expediente. No lograba entender la relación entre mis excelentes notas de clase con los ceros de los exámenes. No es que los había suspendido, es que nunca había logrado presentarme. Pero a los efectos del registro, era lo mismo. Demás está decir que eso destruyó mi promedio y, en consecuencia, mi autoestima. Y lo que es peor, la posibilidad de presentarme a alguna beca para seguir mis estudios.
Todavía lo recuerdo, los ojos abiertos de par en par, incómodo, sin saber qué decirme. “Pero Valentina, si yo mismo te tuve de alumna y te aprobé con 96%”. Su asignatura se evaluaba mediante una entrega final, no una evaluación presencial.
Por aquella época era muy orgullosa y bastante reticente a dejar entrever cualquier indicio de debilidad (quiero creer que algo he cambiado, aunque no mucho). Pero las pruebas estaban en esa carpeta y no había manera de desmentirlo.
Así que me llené de coraje e intenté poner en palabras lo que sentía. Le expliqué que no podía, que me era físicamente imposible presentarme a los exámenes.
En un momento tuvo como una iluminación, como si mágicamente hubiera aparecido flotando frente a él la respuesta a todos mis males. Me miró con convicción y me dijo que mi problema es que me faltaba temple. Lo cual sonaba muy bonito pero yo no sabía qué significaba. No recuerdo si vencí mi orgullo en el momento y se lo pregunté o si lo googlié después. Probablemente la segunda. Cuestión, así lo define la RAE:
Temple es la Fortaleza enérgica y valentía serena para afrontar las dificultades y los riesgos.
Me dijo cobarde. Pero lo hizo con la prosa propia de un académico de la comunicación. O sea, términos rocambolescos propios de un discurso distinguido que muchas veces pecan de inútiles por no cumplir con el primer mandato de la comunicación: que el receptor capte el mensaje del emisor. Pero eso es otra historia.
Esa palabra, temple, me acompañó durante mucho tiempo. Me sigue acompañando hasta el día de hoy. Me pregunto si en algún momento llegaré a poseerlo. Me encanta la ironía, pero el hecho de llamarme Valentina y que me falte valentía nunca me hizo gracia.
Pero había algo que no me cerraba de su explicación. Había demostrado ser valiente en innumerables situaciones, ante la adversidad y las más desafortunadas sorpresas. ¿Se puede ser valiente y cobarde a la vez?
A algún examen me había presentado. Nunca logré identificar un patrón. No estaba relacionado con las asignaturas que más me gustaban o las que más tenía facilidad. Tampoco funcionaba por contradicción (que me presentara a los más difíciles o los que menos me gustaban).
Si recuerdo que el primer examen que di en facultad lo salvé de primera y con 88%. La profesora me felicitó, lo recuerdo porque yo la admiraba. No se que pasó después. Mi padre dice que el problema es que en el liceo siempre me había ido bien y no estaba acostumbrada al tedio y los nervios de presentar exámenes una y otra vez. Pero eso tampoco era del todo cierto, en bachillerato había dado un par de exámenes. Pero no los suficientes como para acostumbrarme.
A veces me olvidaba de la fecha de la evaluación, lo cual era especialmente extraño porque no soy olvidadiza. Otras me quedaba dormida. Otras no pegaba ojo en toda la noche. Me quedaba en la cama, inmóvil, sintiendo cada segundo que pasaba hasta que era irremediablemente tarde.
Todos conocemos los síntomas de un resfrío. Con las enfermedades mentales es más difícil. Que tan distinto habría sido todo si ese coordinador universitario, en vez de acusarme de cobarde, hubiera identificado en mí síntomas evidentes de Trastornos de Ansiedad Social.
Estoy hablando de una institución privada, ni me quiero imaginar la falta de contención que se recibe en otro tipo de instituciones donde hay muchos más alumnos y muchos menos recursos.
¿Es justo que acuse a un coordinador universitario de su falta de manejo sobre trastornos mentales? Sí. No era un simple docente, que impartía su asignatura y se iba a su casa. Una parte de su sueldo se le adjudica por su labor como mentor y guía de sus estudiantes. Deberían de manejar los indicios básicos de ciertas patologías psicológicas propias de los estudiantes universitarios. También debería ser así en liceos, escuelas, etc. Porque un buen estudiante, es un estudiante sano.
Las personas que sufren ansiedad o fobia social experimentan un miedo irracional a ser avergonzadas, juzgadas, observadas o humilladas. De allí su rechazo a intervenir en actividades sociales o interaccionar con otros.
Se puede originar de distintas formas. La raíz puede ser biológica como por ejemplo bajos índices de serotonina. Pero también puede aparecer a partir de causas circunstanciales:
- Si el progenitor es muy exigente, crítico, protector o controlador
- Ser vícitma de bullying
- Vivir en un familia abusiva
- Ser víctima de abuso u otra situación traumática
La ansiedad puede presentarse de manera general o estar asociada a una situación más particular, como por ejemplo: hablar en público ante un auditorio. En mi caso, si bien luego experimenté ansiedad en otros ámbitos de mi vida, al principio sentía ansiedad al dar exámenes. Para otras personas puede ser desde hacer contacto visual a comenzar una conversación.
Los síntomas de la ansiedad se pueden presentar antes, durante o incluso después de la situación que está generando el malestar. Esto puede ocasionar que la persona ansiosa sufra por adelantado una fecha o evento que está por llegar o que ya transcurrido el hecho siga sintiéndose mal los días siguientes. Sobretodo si siente que hizo el ridículo o que fue criticado.
Los síntomas físicos difieren según el grado de inconformidad y según la persona. Los más comunes son: temblores, manos sudorosas, rubor, palpitaciones, calor.
Es cierto que todos experimentamos nervios en alguna ocasión y estos síntomas nos pueden resultar extremadamente familiares. Es por ello que vale destacar que las persona que tiene Trastorno de Ansiedad Social es aquella que sufre mucha angustia porque estos síntomas no le permiten vivir su vida. Es un miedo tan fuerte que repercute en el trabajo, los estudios, las relaciones.
Hay que entender que el Trastorno de Ansiedad Social es una enfermedad y como tal requiere un tratamiento. Es importante acudir a un especialista que resuene con las necesidades e inquietudes del paciente y que lo acompañe en su camino hacia la curación. La ansiedad nunca nos abandona al 100%, pero si es posible controlarla y vivir una vida plena y feliz una vez se adquieren las herramientas necesarias.
De no tratarse, el Trastorno de Ansiedad Social así como otros tipos de ansiedad, pueden generar otros problemas mayores como abuso de sustancias o riesgo de depresión.
Como accesorio a la terapia – que es la mejor y más efectiva manera de tratarlo – se pueden aprender técnicas de relajación y respiración que ayudan a aliviar ciertos síntomas. A mi me ayuda especialmente la aromaterapia (la esencia de ylang ylang es mi favorita y también uso mucho la de lavanda) y la meditación. Cuando estoy especialmente ansiosa me son de gran ayuda las meditaciones guiadas, la voz me ayuda a abstraerme.
Como siempre, llevar una alimentación balanceada y hacer ejercicio ayuda a nuestra salud y es muy beneficioso para los pacientes con ansiedad. El consumo de café, alcohol, cigarrillos y otras sustancias adictivas es muy perjudicial y está comprobado que empeora exponencialmente la ansiedad (se vuelve más intensa y recurrente).
Si bien es normal que querramos evitar todas aquellas situaciones que generan ansiedad, esto no es del todo recomendable. Si te vas encerrando en tí mismo y te alejas de todo lo que te da miedo, cada vez vas a temer más cosas y va a ser peor a largo plazo.
Lo mejor es intentar enfrentar aquello que nos genera ansiedad poco a poco, en lo posible con un buen sistema de apoyo ( y un buen plan de escape bajo el brazo). Nadie dice que te vayas mañana de vacaciones con un montón de desconocidos. Pero podés empezar por ir con alguno de ellos a tomar un té.
Cuando tenemos ansiedad tendemos a enfocarnos en lo negativo y en el peor resultado posible de una situación. Yo siempre recuerdo el consejo que me dio una amiga: “Si, vas a dar un examen. Y después el día sigue y vas a hacer muchas más cosas”. Así que desde ese entonces cuando tengo algo que se que me genera ansiedad pienso en otras cosas para hacer antes y después, en lo posible que me gusten y me den tranquilidad, para que el día no se reduzca a ese momento en que voy a estar nerviosa. También me ayuda a entender que ese examen, esa reunión, ese cumpleaños, inevitablemente va a llegar a su fin y luego la vida sigue. Por suerte, nada es para siempre.
Conforme pasaron los años logré ir dando exámenes. Hace unos meses logré dar mi primer examen sin ansiedad. Dormí toda la noche anterior, me desperté descansada y enfocada. No tenía palpitaciones ni mareos. Fue increíble. Pero lo mejor de todo: fue real.
Tu también puedes aprender a controlar tu ansiedad y no que sea ella quien te controla a ti. Acude a un profesional, ve paso a paso, cuidate mucho.
