Depresión: los tres pilares de mi recuperación

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Cuando no se qué escribir intento enfocarme en lo que sé. Es cierto que mediante el estudio, haciendo cursos o yendo a clase, uno aprende muchas cosas. Pero, creo que no hay mayor aprendizaje que el vivencial, por eso de que la práctica hace al maestro…

Una cosa es que te lo cuenten, que te lo enseñen, que lo estudies y lo analices y otra diametralmente opuesta es vivirlo en carne propia. La experiencia te permite empatizar de una manera más profunda y también más inmediata.

También existe el problema de la mala utilización de los términos, la tergiversación, el uso indiscriminado. Y la deshumanización, ese proceso por el cual cierta patología se restringe a los pocos síntomas que uno puede leer en un manual de psicología.

Ya voy tres párrafos y todavía no he conseguido nombrarlo. Cuando me ofrecieron ser parte de este proyecto, inmediatamente pensé que compartir esta experiencia sería la clave y lo más lógico, el lugar desde donde arrancar. Sin embargo, han pasado los meses y aún no he tratado este tema.

Lo recuerdo borroso y confuso, tal vez por la mala administración o adjudicación de los psicofármacos que me recetaron por aquella época. Tal vez sea mi propio sistema de defensa o negación que decidió bloquear parte del proceso.

Sin embargo, día a día, escucho sobre personas que padecen depresión y me exaspera el mal manejo de la situación. El mal manejo mío, de los demás, de los padecientes, de todos. Me pregunto si en algún futuro utópico podremos manejar la información sobre cómo tratar la depresión de manera tan natural y orgánica como quien habla de un resfriado.

Porque es solo eso, una enfermedad más. Y, al mismo tiempo, es tantas otras cosas. Es, sobretodo, miedo, soledad y una angustia envolvente.

Muchas veces se origina cuando experimentamos puntos inflexivos en nuestra vida: una ruptura o un divorcio, la muerte de algún familiar o persona cercana, elegir una carrera o terminarla, un despido, el nido vacío, un accidente, un abuso, etc.

Otras, no se trata de un evento en particular sino una sumatoria de cosas que uno va embotellando dentro de sí y comienzan a consumirte por dentro.

Esta segundo opción conlleva la dificultad agregada de lo frustrante que es no saber explicar por qué te pasa lo que te pasa, o que las personas a tu alrededor no sientan compasión al no entender que estás pasando por un momento realmente difícil aunque no haya pasado nada en concreto.

El estigma es muy real. Conforme cambias de país o conocés gente de otras culturas ves que difiere en intensidad según de dónde vengas. Puede que en tu país ir a terapia esté super instaurado y naturalizado, como una práctica usual de crecimiento personal. Pero, en otros, aún hoy se sigue asociando el concepto de ir a un psicólogo con “estar loco”. Está mal visto, la gente lo evade y lo oculta.

Es por ello que miles de personas depresivas no obtienen el tratamiento adecuado, lo cual solo hace que se estire y se intensifique su malestar llegando incluso a situaciones críticas.

Es difícil luchar por la normalización de algo que puede derivar en la muerte. Naturalizarlo no debe ser minimizarlo. Sufrir depresión es algo grave, pero, al mismo tiempo, es mucho más normal de lo que se cree.

Puede afectar a cualquiera, independientemente de edad, género, nivel socio-económico o cultural.

La palabra se ha convertido algo corriente, de uso cotidiano. Pero el cómo manejar con la situación que acarrea no. Es complicado, sobretodo para las personas que no han vivido un episodio depresivo, comprender e identificar la gravedad de lo que está sucediendo.

Porque sí, todos en algún momento experimentamos tristezas, desamores y duelos con mayor o menor intensidad. Y entonces se le quita importancia: “ya se le pasará”, “no es tan grave como para que se ponga así”.

La persona depresiva no solo tiene que enfrentarse a aquello que le está generando el malestar sino que muchas veces a esto se le suma la incomprensión del entorno y el mal manejo por parte de familia y amigos.

Por eso es de suma importancia tener en cuenta los síntomas que pueden dar señal de que estamos ante un episodio depresivo. Y, sobretodo, desde un lugar de empatía y compasión, dejar los eufemismos de la lado y comenzar a llamar a las cosas por su nombre.

Los síntomas más usuales de la depresión son:

Si alguien de tu entorno cumple con estos síntomas, ha cambiado drásticamente sus hábitos y está desganado es momento de estar alerta. La persona depresiva puede que no esté comprendiendo del todo lo que está pasando y es de crucial importancia el apoyo de su entorno y que le hagan saber su preocupación y apoyo. Teniendo en cuenta siempre que la decisión de salir depende sola y exclusivamente de la persona en cuestión.

Una vez se sospecha que la persona, o tú mismo, puede que tengas depresión, es de suma importancia consultar con un profesional para que acompañe tu recuperación mediante terapia. Destacar que los psicofármacos recetados por un psiquiatra son accesorios a la terapia con un psicólogo que debe ser el eje central del tratamiento.

En mi opinión, medicación sin terapia es evasión. Ninguna pastilla puede hacer que tus problemas desaparezcan. Nuestro organismo es una máquina perfecta que se autorregula si le damos el combustible que necesita.

Los tres pilares para recuperarse

En este sentido, mi recuperación se basó en tres pilares fundamentales que contribuyen en maneras equitativas a salir adelante.

Terapia psicológica

Como ya mencioné, el primer pilar es la terapia. Existen infinidad de corrientes psicológicas, puedes elegir aquella que se adapte a ti, a lo que quieres tratar, a la urgencia de la situación.

Alimentación

El segundo pilar es la alimentación. Cuando estás depresivo existe un desbalance químico en tu cuerpo, comer una dieta balanceada es vital para volver a lograr un equilibrio. Esto es aún más clave si estás consumiendo algún tipo de medicación porque esta tiende a ser bastante agresiva para el organismo.

Somos lo que comemos. Es un cliché, pero, es cierto.
Conforme dejas la comida chatarra de lado, los refrescos, el alcohol, comienzas casi inmediatamente a sentirte mejor. Y, de hecho, está comprobado que todos esos alimentos nocivos empeoran los síntomas depresivos y te hacen hundirte aún más.

Actividad Física

El tercer pilar es la actividad física. Las endorfinas que segregué en el gimnasio fue lo más cercano que llegué a “sentirme bien” en aquella época. Los humanos somos seres sumamente complejos. Pero hay una parte de nosotros que estrictamente química. Es cierto que enfrentar cualquier actividad en ese estado es una odisea, pero puedo garantizarles que si hacen ejercicio se van a sentir mejor.

Fueron estas tres piezas conjuntas las que hicieron que me recuperara y creo firmemente que es la receta que todos pueden utilizar para salir de la depresión. Sé que es una afirmación polémica y no lo tomo a la ligera. Sobretodo porque sé, porque viví la desesperación de no saber cómo salir. La convicción de que no se puede salir. Estaba equivocada. Con estos tres pilares, se puede.

Siento que quería contar mi historia y no pude. Siento que no di detalles ni les compartí experiencias concretas. Aún no puedo. Fue una época sumamente oscura y que recuerdo con mucho dolor. Que incluso intento no recordar. Pero, acepto que forma parte de mi pasado, que logré dejarlo atrás, que salí aún más fuerte, que, al hacerme pedazos, aprendí más que nunca.
Hoy soy felíz. No tomo medicación. No volví nunca más a tener otro episodio depresivo. Esas tres cosas me parecían un imposible. Así que si bien tal vez no esté lista para contarles todo, sí estoy lista para contarles esto: yo tuve depresión y ya no tengo. Sí se puede.