Miedo: Cómo usarlo como herramienta

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Siempre nos han dicho que el miedo es malo. Que hay que escaparle. Dejarlo de lado. Erradicarlo. Destruirlo. Hacerlo desaparecer. Que el miedo es de cobardes, de niños, de irresponsables. Que el miedo es irracional e inútil. Motivo de vergüenza y de humillación. Que se vive solo, se esconde, no se comparte en voz alta por el qué dirán.

Y todo eso circula en mi cabeza, a veces de forma consciente y otras no. Me siento mal y no se si es por el miedo que siento o por todo lo que me han dicho sobre sentir miedo. Y es que siento miedo todo el tiempo y pierdo el tiempo intentando no sentirlo en vez de lidiar con el miedo en sí.

¿Qué es el miedo? Un sentimiento, un defecto, una sensación. A algunos les da frío, a otros calor. A unos los acompaña día a día y a otros los visita de manera intermitente. Puede ser una voz que grita dentro de tu cabeza o solo un susurro. La piel erizada o el llanto descontrolado. Puede ser unas ganas irrefrenables de atacar la heladera o la ausencia total de apetito. El miedo puede hacerte dormir durante horas para no enfrentar aquello que tanto te da miedo. O puede dejarte insomne dándole vueltas y vueltas a aquello que tanto te atemoriza. A algunos incluso los visita en sueños y los vuelve pesadillas. Otros viven la pesadilla despiertos cada mañana al despertarse.

Existe el miedo a volar. A caerse. A nadar. A ahogarse. Al agua, al fuego. Existe el miedo a los animales, a los insectos, a los insectos que viven en los animales. Existe más. Existe el miedo a la droga y las drogas para olvidar los miedos.

El miedo a jamás terminar la carrera, el miedo a terminar la carrera y no encontrar trabajo, el miedo a terminar la carrera y sí encontrar trabajo. Hacer mal el trabajo, hacer bien el trabajo y no obtener reconocimiento. Hacer bien el trabajo, obtener el reconocimiento pero que no sea el esperado.

Hay gente que le teme a sus propios padres y gente que le teme a padres ajenos y padres que temen lo que sus hijos están haciendo con sus vidas. E hijos que temen que un día ya no tendrán a sus padres.

El miedo es tan extenso que todo lo atraviesa y existen los miedos más ridículos y al mismo tiempo de los más extendidos: el miedo a amar y ser amado. El miedo a amar y no ser amado. El miedo al amor. Y eso que el miedo y el amor son opuestos.

Siempre he sentido miedo. Primero a la oscuridad. Mi mamá compró todas las luces habidas y por haber del mercado. Una era como un botón gigante que se prendía y apagaba al apretarlo. Otra se conectaba a la pared como esos aparatos contra los mosquitos.

Pero nada era más efectivo que la luz del pasillo prendida y mi puerta entornada. Conforme fui creciendo la puerta se cerraba cada vez más y más hasta solo dejar una rendija de luz que aún era suficiente para hacer brillar las estrellas que tenía pegadas al techo. Claro que la luz del pasillo le molestaba a ella porque también daba a su cuarto. Pero es que esa es la cosa con los miedos, se enfrentan de a poco y es mejor si te sentís acompañado.

No recuerdo cuando lo superé. Ni cuando pasé de llorar al borde de la piscina a meterme efectivamente en ella. Nunca superé el miedo a andar en bicicleta. Mi mamá tenía mucho miedo de que me lastime. Y ese es uno de los aspectos que me llaman la atención del miedo: se contagia. Si se ponen a pensar, se darán cuenta que tanto ustedes como las personas a su alrededor traemos muchos miedos de casa. Los miedos, como tantas otras cosas, se enseñan.

¿Pero por qué te enseñarían algo tan feo? Es que tus padres quieren torturarte cuando te dicen “No andes sola de noche por la calle”. Es una manera clara de compartir cual creo que es mi definición de miedo; el miedo es una herramienta que sirve para advertirnos de peligros inminentes.

Forma parte de nuestro mecanismo de defensa. Es por ello que, en menor o mayor medida, todos lo sentimos. Es algo que se activa en nuestro interior para hacernos saber que puede que estemos en peligro, que toca estar alerta. Y en ocasiones, incluso resguardarse. A veces, atacar.

Durante mucho tiempo dejé que me paralizara. Me creía todas las historias horribles en mi cabeza de que podría llegar a pasar y todos los terribles desenlaces. A veces aún me deja inmóvil. Incapaz de reaccionar. O peor, me hace actuar desde el miedo. Pero creo que cada vez me pasa menos.

Ahora, cuando llega, intento no juzgarme. Entiendo que es normal, que es parte de la vida, que todos lo sentimos. Que no soy más ni menos por sentir miedo. Que yo elijo si mi miedo me define, que no tiene por qué hacerlo.

Ya no lo reprimo. No lo empujo. Lo dejo ser. Lo reconozco, lo identifico, le hago preguntas. Entiendo de dónde viene y qué es lo que intenta decirme. Escucho sus consejos y los hago propios. Agradezco su presencia y su guía. Se que es una manera, de las tantas que tenemos, de cuidarnos y velar por nuestro bienestar.

Después sigo, el me acompaña. No dejo que me paralice. Le doy el lugar, su lugar, no otro. Finalmente tomó la decisión y continúo adelante. No desde el miedo, desde el corazón.

De eso se trata, de entender qué rol cumple cada uno de nuestros sentimientos, sensaciones, intuiciones. El miedo es un lugar de duda y no se puede tomar una decisión sin algo de certeza. Y no hablo de certezas racionales. A veces sí, otras, nuestra seguridad viene de un lugar muy adentro nuestro mucho más complejo de lo que nuestra mente puede llegar a codificar.

5 aspectos a tener en cuenta a la hora de enfrentar tus miedos:

1. Desarrollo personal

Conforme trabajas activamente para ser tu mejor versión vas conociéndote cada vez más e identificando patrones. Hay personas que se autoboicotean, otras que los invade la culpa y algunos que se paralizan por el qué dirán. Al identificar los aspectos que se repiten puedes comenzar a trabajar en ellos de forma activa y efectiva. Conócete, cómo funcionas, cómo tomas decisiones.

2. Objetivos claros

Es más fácil atravesar los obstáculos cuando sabes hacia dónde vas y que te espera del otro lado. Cuando tienes una meta trazada, el incentivo de cumplirla puede que sea más fuerte que el miedo o que por lo menos te de el impulso que necesitas.

3. Relativizar

El miedo suele ser absorbente. Cuando estamos asustados tendemos a exagerar, en especial lo negativo. La realidad es que nada es tan grave ni dura para siempre.

4. Sistema de apoyo

Es crucial que cuentes con un grupo de personas en quien apoyarte. No tienen que ser muchas, ni todas las personas de tu vida sirven para cumplir esta función. Identifica quienes te tranquilizan, te ayudan a bajar a tierra y tomar buenas decisiones. Es esencial que sientas que puedes pedir ayuda y escucha otras opiniones antes de avanzar.
Al mismo tiempo, que ellos te apoyen en tu decisión tomada y que no sean de esas personas que solo van a trasladarte sus propios miedos agregados.

5. Poco a poco

En general, los miedos no se superan de un día para otro. Se trata de un proceso de aprendizaje, respétalo. Aprende a celebrar las pequeñas victorias y a avanzar un paso a la vez.

Muchos de los miedos de la vida cotidiana tienen que ver con el hacer o no hacer, decir o no decir. A mi me ayuda esa frase que dice: “El no ya lo tienes”. Y también preguntarme: ¿Qué me espera del otro lado del miedo? ¿De que me estoy perdiendo?
Lo bueno es que se trata de un proceso acumulativo. Una vez que superas un miedo, te llenas de confianza para poder enfrentar otros. A veces no es un proceso fácil. Si te sientes paralizado por el miedo o que no estás pudiendo manejarlo de una manera sana y responsable puedes acudir a un profesional. Ellos te ayudarán a que aprendas cómo gestionarlo y salir adelante mediante las técnicas que más se amolden a tus necesidades.